La alimentación y la salud de la piel guardan una estrecha relación. El aporte de nutrientes, minerales y vitaminas en cantidades adecuadas —basta consultar a cualquier dermatologo cara Vigo para confirmarlo— eleva los niveles de protección de la epidermis y ralentiza el envejecimiento, logrando que la piel luzca más joven, más saludable.
En concreto, diversos estudios vinculan el consumo de frutas y verduras con la mejora de la salud de la epidermis gracias al ingente número de vitaminas y antioxidantes asociadas. Se estima que un mínimo de tres raciones de estos alimentos es indispensable para beneficiarse de este efecto.
Por sorprendente que pueda parecer, delicias como el chocolate negro —que difícilmente serían relacionados con una dieta sana y beneficiosa para la salud cutánea— pueden actuar como agentes hidratantes de la piel. Sus flavonoides son los responsables. Lo mismo puede decirse de productos lácteos como el yogurt o el queso, cuyos probióticos garantizan la nutrición necesaria para la piel.
Sin embargo, no todos los alimentos disfrutables para el paladar ejercen una influencia positiva en este aspecto de la salud. Los productos ricos en azúcares (pastelería, bollería industrial, etcétera). El consumo de azúcar está asociado, de acuerdo con diferentes investigaciones nutricionales, con la aparición de arrugas y acné, sin mencionar aquí sus efectos negativos sobre la obesidad.
Los ácidos grasos omega-3 también contribuyen al desarrollo de pieles sanas debido a sus aportes en aminoácidos. Por consiguiente, las semillas de chía, pescados azules, frutos secos y verduras de hoja verde son aconsejables.
La hidratación, obligado es recordarlo, desempeña un rol importante en la salud y estética de la piel. Sin consumidor dos o más litros de agua al día, el cutis y otras zonas delicadas aumentarían su sequedad y vulnerabilidad a problemas como el acné y enfermedades más severas, sin citar sus otros perjuicios sobre el organismo.