Duraderos, sostenibles y fáciles de transportar y almacenar, los alimentos en polvo son una alternativa sana y nutritiva al consumo, en estado natural, de productos como la leche, el jengibre, el lúcumo, la espirulina o el cacao desgrasado a domicilio, entre otros.
Los granos de cacao, por ejemplo, ven aumentada su vida útil tras someterse al proceso de deshidratación y pulverización que da lugar al chocolate o cacao en polvo. Este formato desincentiva la actividad bacteriana y neutraliza las reacciones químicas de la degradación. Como resultado, el alimento conserva sus propiedades intactas durante seis a doce meses.
La crisis sanitaria del SARS-CoV-2 revitalizó la venta de cacao, leche y otros productos en polvo gracias a su capacidad para prevenir contagios, sin desatender las necesidades nutricionales del afectado. Por añadidura, pueden almacenarse en mayores cantidades debido a su formato compacto y ligero.
A su vez, la inversión en estos productos conlleva un ahorro económico por el menor coste de las materias primas y unos gastos operativos más reducidos. Se administran con una mayor exactitud, lo que contribuye a minimizar el desperdicio alimentario.
El transporte del alimento en polvo entraña mayores facilidades que sus iguales en estado natural o líquido. Esto es debido al espacio que ocupan y a la temperatura y otros factores durante su traslado desde las plantas de producción y procesamiento hasta los puntos de venta al público. Debido a su compatibilidad con envases desechables y ahorro en términos logísticos, el cacao y otros alimentos en polvo han demostrado ser plenamente sostenibles.
Combinado con otros ingredientes, ciertos productos en este formato potencian sus cualidades nutricionales. Así ocurre con la leche en polvo, capaz de mejorar el perfil vitamínico de bebidas y suplementos alimenticios. Por otra parte, también acentúan el sabor de los alimentos con que se combinan, y en caso de emplear cacao en polvo, aportan alcaloides con un efecto similar a la cafeína.